Rodin

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Foto Karem Sánchez Noviembre 2015

viernes, 21 de enero de 2011

¿Qué tan fácil es trabajar?

¡Trabajar es fácil! Esto  decía un profesor universitario, venido de lejanas tierras siberianas,  a uno latinoamericano, implicando una cierta crítica a lo poco, que en su opinión, trabajaban y producían algunos de sus  colegas. Me contaron la historia y esa  frase me quedó sonando.  En verdad, trabajar es fácil, fue mi primera reacción. Sin embargo, entre más reflexionaba sobre el asunto menos obvia me parecía la respuesta ¿Qué tan fácil es, en realidad,  trabajar? Esta pregunta puede ser tan fácil o difícil de responder como uno quiera. Lo que es seguro es que el asunto tiene varias aristas. Veamos algunas.

Distintas experiencias dan cuenta de las dichas  o de las penurias en el trabajo: Los que trabajan en lo que les gusta y los que no; los que trabajan siguiendo la fuerza de su vocación  y  los que tienen que  luchar contra su vocación para poder trabajar. Los que trabajan desplegando su genio creativo y, de tiempo en tiempo, se encuentran desolados frente a la ausencia de ideas e inspiración.  Los que sus días de trabajo son una repetición interminable de rutinas que no permiten  distinguir un día de otro. Los que trabajan independientes, son sus propios jefes y disfrutan de su libertad laboral pero a la vez la sufren, pues si ellos no toman la iniciativa, no hay quien la tome por ellos. Los que solo pueden trabajar bajo la dirección y las órdenes de jefes y cuando éstos faltan quedan como barco a la deriva. Los que dan lo mejor de si en su trabajo y como retribución, además de un precario salario, solo reciben desdén y desprecio. Los que desesperan por encontrar en qué trabajar…

En una perspectiva que va más allá de lo individual, cabe preguntarse también sobre las condiciones bajo cuales se desempeña el trabajo. Mucho se puede decir al respecto. Hoy solo quiero resaltar la urgencia de las actuales campañas que promueven el Trabajo Decente. ¿A qué circunstancias están respondiendo y por qué se enfatiza  tanto su promoción? La Organización Internacional de Trabajo (OIT), encabeza la iniciativa y nos recuerda algunos aspectos fundamentales. “(…) el trabajo es fuente de dignidad personal, estabilidad familiar, paz en la comunidad, democracias que actúan en beneficio de todos, y crecimiento económico, que aumenta las oportunidades de trabajo productivo y el desarrollo de las empresas[i]. En esta dirección, la OIT propone cuatro objetivos que promueve a nivel mundial integrando como objetivo transversal la igualdad de género: Crear  trabajo, garantizar los derechos de los trabajadores, extender la protección social y promover el diálogo social.

¿Es fácil trabajar? En estos tiempos que corren, en los que las formas del trabajo son cambiantes, flexibles y abiertas a múltiples posibilidades, y  en los que su valor pareciera diluirse  ante la codicia  y el deseo de ganancia  fácil y rápida, hay mucho por pensar y resolver. Tanto en el plano individual como en el plano social y económico las respuestas no son evidentes. Implican, entre muchas otras cosas, considerar la naturaleza superior esencial del ser humano, encontrar  motivaciones alentadoras,  vencer inercias paralizantes, superar aburrimientos pegajosos,  retorcer automatismos enloquecedores y alienantes.  Cuando lo individual se articula con lo organizacional, involucra establecer relaciones armoniosas, o por lo menos no agresivas, con quienes nos rodean. La equidad, el respeto por los demás,  la apertura al dialogo y la consulta resultan en mayor capacidad de trabajo y de resultados. En un sentido más general el trabajo involucra  la consideración esencial de la dignidad humana, el ejercicio de un profundo sentido de justicia social y de responsabilidad con los otros y con el medio ambiente. ¡Trabajar debería ser fácil para todos y todas!

Y mientras andamos el camino, recordemos a Pablo Neruda en su hermoso poema


A MIS OBLIGACIONES
Cumpliendo con mi oficio
piedra con piedra, pluma a pluma,
pasa el invierno y deja
sitios abandonados,
habitaciones muertas:
yo trabajo y trabajo,
debo substituir
tantos olvidos,
llenar de pan las tinieblas,
fundar otra vez la esperanza.

No es para mí sino el polvo,
la lluvia cruel de la estación,
no me reservo nada
sino todo el espacio
y allí trabajar, trabajar,
manifestar la primavera.

A todos tengo que dar algo
cada semana y cada día,
un regalo de color azul,
un pétalo frío del bosque,
y ya de mañana estoy vivo
mientras los otros se sumergen
en la pereza, en el amor,
yo estoy limpiando mi campana,
mi corazón, mis herramientas.
Tengo rocío para todos.





sábado, 8 de enero de 2011

Proyectos y Planes

Hace  poco más de un año,  en diciembre de 2009, asistí a la conferencia que Johan Galtung diera en el International Institute of Social  Studies , en la Haya. Varias cosas me atrajeron a este singular evento.  En primer lugar,  la oportunidad de estar tan cerca  y escuchar de cuerpo presente y de viva voz las tesis de un personaje de gran reconocimiento mundial  en el tema  de la búsqueda de la paz y la resolución pacífica de los conflictos a quien yo solo conocía por sus libros. En segundo lugar, el porte del conferencista: un hombre alto, de inmensos ojos azules tan expresivos como las palabras que su boca pronuncia,  dotado de una  energía y entusiasmo desbordante que refuerzan el convencimiento profundo en sus  planteamientos. Un caballero de 80 años   que habla, se mueve e interactúa con su audiencia con el dinamismo  y vitalidad de un joven de 20! La conferencia se titulaba “Comprender la paz, el conflicto y la violencia: ¿necesitamos nuevos enfoques?”

¿Por qué me acuerdo de Johan Galtung y su conferencia un año después y justo en los primeros días de un nuevo año? Con toda seguridad  en aquella ocasión dijo muchas cosas interesantes, pero hoy me acuerdo de una en particular que viene al caso de los comienzos de año cuando se mira la agenda del 2011 aún vacía  y lista para consignar las actividades, citas y compromisos venideros  o para  simplemente… dejarla vacía. Decía el carismático conferencista que una de las claves para superar los conflictos (nacionales, internacionales e inclusive en el nivel personal o de pareja), es tener proyectos comunes, en donde cada participante pueda encontrar su gratificación. Cuándo los proyectos comunes no existen o se acaban surge el espacio para las tensiones, la disputa y el alejamiento. La idea suena interesante y está en plena consonancia con la urgencia de desplegar creatividad a la hora de buscar  formas novedosas para superar los conflictos y encontrar  la paz.

Tanto los Proyectos como los Planes,  esos métodos sistemáticos diseñados para lograr fines  por medio de la organización de un conjunto de tareas y recursos, invitan a desplegar esfuerzos físicos, intelectuales y  espirituales; a canalizar las energías y las potencialidades humanas individuales y colectivas  hacia los objetivos propuestos;  a ir más allá de donde  creemos que podemos ir y  superarnos ampliando la frontera de nuestras propias  posibilidades. Pero además,  implican  esperanza, fe y confianza en el futuro. Así, en el mediano o largo plazo, se obtienen los resultados de esfuerzos pequeños y grandes  dando lugar a la satisfacción y alegría  que resulta de los logros obtenidos los que a su vez generan nuevas energías y confianza para  avanzar revitalizados hacia la siguiente meta.

Vivimos en  tiempos en donde los proyectos individuales pueden fácilmente entrar en crisis y en donde la ausencia de proyectos colectivos es manifiesta,  o lo que puede ser más grave aún, cuando éstos existen es para perseguir  beneficios o satisfacciones en detrimento de valores nobles  o en perjuicio de otros. A esto se  suma una perspectiva desesperanzada de futuro.

Sin embargo, aquí y allá y en variados ámbitos, surgen proyectos y Planes que miran con optimismo hacia el futuro. La idea de objetivo se encuentra en su base. Un ejemplo de la mayor pertinencia es el de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad de los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; Fomentar una asociación mundial para el desarrollo. (http://www.undp.org/spanish/mdg/). Estos se han integrado a planes gubernamentales alrededor del mundo generando en diversos niveles la idea de proyecto colectivo. Tal vez el problema con estos objetivos es que en el nivel individual, sentimos que  son de otros y para otros, por tanto no convocan al compromiso personal. ¿Cómo incluirlos en su agenda de 2011? No lo sé!

Pero lo que sí creo, es que si queremos llegar a los 80 años, o más, con la vitalidad y el entusiasmo que atestigüé en Johan Galtung y en otros  que como él van por la vida desplegando energía y confianza en el futuro con un sentido de propósito y   de que su paso por esta vida terrenal ha tenido algún significado, debemos encontrar algunas respuestas  a preguntas como las que siguen y actuar en consecuencia ¿Cuál es mi/nuestro proyecto?  ¿Cuál es el Plan en el que quiero/queremos participar y al que quiero dedicar mis energías, entusiasmo y compromiso? ¿Un Plan al que pueda contribuir para lograr la transformación  espiritual, económica y social de un mundo sumido en la desesperanza?

En este momento vienen a mi mente las palabras de ‘Abul´Bahá “No dejéis que vuestra mente viva en el presente, sino que, por el contrario, con los ojos de la fe contemplad el futuro…”

A cada uno la tarea de encontrar sus propias  respuestas. Que este sea el primer punto para  la agenda del 2011!   Para todos,  un muy Feliz Año.