Rodin

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Foto Karem Sánchez Noviembre 2015

lunes, 22 de febrero de 2016

Hércules y la mariposa



Para A, una bailarina, una artista


El mundo no puede seguir como va. Y por mundo quiero decir los seres humanos, las relaciones entre ellos, y entre ellos y la naturaleza. No puede continuar la guerra implacable con saldos de muerte insostenibles. No puede continuar la desvalorización de la vida humana y sus realizaciones artísticas, científicas y culturales   más elevadas. No puede continuar la mercantilización de todo y de todos. No puede continuar el triunfo de la indiferencia, la apatía y el cinismo. No puede continuar la ceguera e indolencia  frente al poder transformador del amor, la compasión y la generosidad. ¡No puede continuar!

‘De poder, se puede’ dirá el cínico. Sí, es verdad. Pero esta vez lo que está  en riesgo es el reconocimiento de la naturaleza noble y superior del ser humano, la supervivencia de la especie humana  y del planeta en que habita, entre muchas otras cosas ¿Podemos darnos el lujo de seguir por la senda actual? Difícilmente. Quienes coincidan con este punto de vista inevitablemente resultarán preguntándose ¿Cuáles son, entonces, las posibilidades del cambio? ¿En manos de quién está? ¿De otros y no de nosotros? ¿De cada uno?

Las muchas posibles respuestas a estos interrogantes pueden agruparse al menos en dos grandes vertientes. La primera es aquella que descarga toda la responsabilidad en un abstracto  e indeterminado ‘otros’ alejando así la posibilidad de acción del ámbito individual y personal. Cambiar el mundo y transformarlo es tarea de otros: Los que se encuentran en los ámbitos de poder (político, económico, financiero, administrativo) y pueden tomar las grandes decisiones.  Son  los poderosos, quienes como hábiles titiriteros de este gran teatro, pueden manejar los hilos de una humanidad aparentemente inerme, inconsciente y subordinada.

Una segunda vertiente, resuena y recoge un cierto sentido de impotencia en el cual las voces de quienes se expresan, apabullados  por la magnitud de la tarea,  apuntan  a destacar su inferioridad  en número,  en  alcance e influencia de cara a  los prevalecientes  ámbitos de poder. De estas consideraciones solo resulta la parálisis, la inacción. Pareciera entonces que nos encontramos en la sin salida. ¿En dónde se encuentran los héroes destinados para acometer tan grandes hazañas, imposibles a toda luz?

Tal vez Hércules, el mítico héroe griego, evoca  el mejor ejemplo de quien logra lo imposible, lo sobrehumano. En razón del capricho de los dioses del Olimpo se ve obligado a elegir entre el vicio y la virtud, optando por ésta última. Sujeto de la ira de Hera, se ve condenado a cumplir penitencia por un terrible crimen cometido: los famosos doce trabajos de Hércules. Vencer lo invencible, modificar lo inmodificable, lograr lo imposible gracias a su extraordinaria fuerza,  potencia y astucia. No en vano llega hasta nuestros días el adjetivo ‘hercúleo’ para referirnos a aquello que exige un esfuerzo más allá de lo humano.  

Pero ¿Será definitivo que las grandes transformaciones y cambios se producen solo gracias a las poderosas fuerzas de ese abstracto ‘otros’? ¿Qué papel el común de los mortales,--que somos todos, estamos llamados a desempeñar? No acepto como respuesta a este interrogante ‘ninguno’.

Según la teoría del caos, bajo ciertas condiciones un pequeño cambio puede generar grandes transformaciones. Bien lo ilustra Ray Bradbury en su fabuloso cuento el Ruido de un Trueno[1]. En este sentido, resulta inspirador el  antiguo proverbio chino del cual toma su nombre el llamado efecto mariposa: el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo".  Esta imagen destaca las posibilidades de las pequeñas acciones como generadoras de grandes cambios.

Me resulta inevitable pensar en el texto de los Escritos Sagrados Bahá’is: “El mejoramiento del mundo puede ser logrado por medio de hechos puros y hermosos por medio de una conducta loable y correcta”. Esta es, en verdad, una forma del batir de las alas de la mariposa al alcance de todos. Aunque a veces hasta este  batir de las alas de una mariposa puede resultar una labor hercúlea. Pero ciertamente, vale la pena, produce su efecto y contribuye a la transformación.

 Foto: Karem Sánchez

                                                       



[1] http://www.xtec.cat/centres/a8031034/DEPARTAMENTS/LLENGUA_I_LITERATURA_CATALANES/PEPPARE/documents/Ray%20Bradbury%20-%20El%20Ruido%20de%20un%20Trueno.pdf