Rodin

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Foto Karem Sánchez Noviembre 2015

lunes, 9 de mayo de 2011

Regreso

Hace  poco más de tres meses que no visito este lugar. ¡Hoy regreso! Lo he pensado. Lo he pensando bastante.  Y mi ausencia de este espacio y sus razones me han hecho reflexionar sobre los que significa ausentarse, irse y partir. También me han hecho pensar en lo que significa regresar. Pero además  me han invitado a pasar revista a las cosas que han sucedido en ese espacio de tiempo. A pesar de  ausencias o presencias el mundo, gira y gira y sigue su curso.
Qué ha pasado en estos tres meses? Evidentemente solo mencionaré, de entre la multitud de  de acontecimientos que los medios de comunicación ponen a nuestro alcance, los que me han impresionado más. En Japón: terremoto, tsunami y emergencia nuclear arrasaron con miles y miles de personas, familias, y ciudades. Los muertos son muchos, los sobrevivientes más. ¿Qué hacen hoy? ¿Cómo contemplan su futuro? ¿A dónde regresarán si no queda rezago de lo que fuera su hogar? ¿Hemos vuelto a pensar en ellos? Probablemente no. Después de leer aquí y allá sobre aquello que podemos aprender de la forma como los japoneses enfrentan las catástrofes, que por demás es aleccionador, de seguir a medias los desarrollos y consecuencias de la catástrofe nuclear, lejana y ajena, hoy  ni los titulares noticiosos ni nosotros recordamos el drama. Otros acontecimientos,  no menos ruidosos, han ocupado su lugar. Hace apenas unos pocos días una boda real, la beatificación de un Papa,  la eliminación de un denominado  terrorista de talla internacional concentraban la atención de audiencias expectantes.  En Colombia, un invierno de lluvias sin medida anega el  país y deja sumergidos en las aguas familias, cultivos, ganados, viviendas, sueños y esperanzas. Todo ello a su vez queda  relegado a un segundo plano ante los estruendosos escándalos de corrupción que desatan desconcierto, indignación y rechazo.
¿Yo qué hice en estos tres meses? Entre  otras cosas, tareas propias de mi quehacer actual: Escribí un ensayo (http://www.revistacronopio.com/?p=4936) ,  preparé los documentos para mi segundo seminario doctoral,  defendí  en lengua extraña mis puntos de vista ante un comité inquisitivo y cuestionador que con sus observaciones y críticas me ayudan y  obligan a revisar y  mejorar mis argumentos, revisé una y otra vez mi lista de asuntos pendientes tratando de agotarla sin éxito.  Atravesé el océano, celebré el advenimiento de la primavera con el Festival de Naw – Ruz,  me reencontré con familia y amigos queridos a quienes no veía desde hacia tiempo. He reído, he llorado...
Todo esto no ha pasado sin efecto.  Aunque sigo siendo yo, definitivamente no soy la misma. Razón tenía Heráclito cuando  al hacer  referencia al  permanente cambio y  devenir decía ‘en los mismos ríos ingresamos y no ingresamos, estamos y no estamos’. Ni las aguas del río son las mismas, aunque si su cauce, ni nosotros somos los mismos. O como el poeta  García Lorca en su Romance Sonámbulo nos dice ‘Pero yo ya no soy yo,/ ni mi casa es ya mi casa’.
Cambiamos es verdad,  y lo hacemos casi sin darnos cuenta. ¿Regresamos? No lo sé. Esta palabra sugiere volver al punto de partida. Creo más bien que vamos siempre para adelante, especialmente cuando los puntos de partida se convierten siempre en puntos de llegada.
Pablo Neruda lo dijo muy bien en 1952 en su hermoso pasaje el Olor del Regreso, del que aquí dejo un fragmento y que pueden leer completo aquí: http://www.taringa.net/posts/arte/6033707/El-olor-del-regreso---Pablo-Neruda.html


EL OLOR DEL REGRESO

Mi CASA es profunda y ramosa. Tiene rincones en los que, después de tanta ausencia, me gusta perderme y saborear el regreso. En el jardín han crecido matorrales misteriosos y fragancias que yo desconocía. El álamo que planté en el fondo y que era esbelto y casi invisible es ahora adulto. Su corteza tiene arrugas de sabiduría que suben al cielo y se expresan en un temblor continuo de hojas nuevas en la altura.

Los castaños han sido los últimos en reconocerme. Cuando llegué, se mostraron impenetrables y hostiles con sus enramadas desnudas y secas, altos y ciegos, mientras alrededor de sus troncos germinaba la penetrante primavera de Chile. Cada día fui a visitarlos, pues comprendía que necesitaban mi homenaje, y en el frío de la mañana me quedé inmóvil bajo las ramas sin hojas hasta que un día, un tímido brote verde, muy lejos en lo alto, salió a mirarme y luego vinieron otros. Así se transmitió mi aparición a las desconfiadas hojas escondidas del castaño mayor que ahora me saludan con orgullo pero ya acostumbradas a mi retorno.

En los árboles los pájaros renuevan los trinos antiguos, como si nada hubiera pasado bajo las hojas.
La biblioteca me reserva un olor profundo de invierno y postrimerías. Es entre todas las cosas la que más se impregnó de ausencia.
Este aroma de libros encerrados tiene algo mortal que se va derecho a las narices y a los vericuetos del alma porque es un olor a olvido, a recuerdo enterrado.