Rodin

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Foto Karem Sánchez Noviembre 2015

jueves, 7 de marzo de 2013

Entre el ruido y el silencio

La experiencia de los  contrastes,  en la cual el sonido es protagonista ya sea por su ausencia  o su presencia es, por decir lo menos, asombrosa. Después de pasar cuatro años en un lugar en donde el silencio es rey, regreso a donde reina el ruido.

En donde me encontraba, los gritos ya fueran de  alegría o de enojo, están tácitamente  vedados. Se consideran agresión. Pitar, o sonar la bocina del automóvil, sólo se hace en caso de extrema urgencia, de lo contrario, el autor se hace acreedor a una cuantiosa multa. Escuchar música individualmente, requiere el uso de audífonos. Nadie escucha los gustos musicales del vecino. En los trenes existe el vagón del silencio, identificados con una gran S. Allí está prohibido hablar con los compañeros de viaje, hacer uso del teléfono móvil o producir cualquier tipo de ruido molesto, so pena de  hacerse acreedor al llamado de atención de quienes controlar el tren. Se aprecia el silencio. Se exige.
  En donde estoy ahora, pareciera suceder  lo contrario. Se aprecia el ruido.

Los automóviles pitan antes de  la milésima de segundo existente entre el momento en que el semáforo cambia de amarillo a rojo. Pitan para saludar, pitan para alabar la belleza de la linda  chica que pasa caminando, pitan para insultar, pitan para pedir permiso para cometer una falta de tránsito con la anuencia de todos los demás  conductores que, más tarde o más temprano cometerán la misma falta, es la costumbre. Pitan para anunciar que llegaron, pitan para avisar que se van.
La música, en toda su enorme variedad (vallenato, salsa, reggaeton, balada, rock y cualquier que usted pueda imaginar), las más de las  veces a ensordecedores volúmenes, es protagonista omnipresente: en  los buses, en las taxis, en los carros particulares, en los supermercados, en los centros comerciales. Y cuando no es música, entonces  son los programas radiales o televisivos  que difunden desde lo baladí hasta lo trascendente. Desde el más reciente escándalo del actor de moda hasta  la noticia internacional del último minuto. Eso sí, sin faltar en algún momento la narración emotiva y exuberante del partido del futbol del momento y, luego, el interminable análisis del encuentro,  de la acción de cada uno de los jugadores y, por supuesto, de la estrategia del director técnico, También sorprende la simultaneidad de los sonidos. La radio, la televisión, el teléfono móvil, los videojuegos, todo a la vez. Se aborrece el silencio.

Más allá de los contextos,  las historias y  las diferencias culturales, estas divergencias y sus implicaciones plantean interrogantes. ¿Por qué, a toda costa, parece que quisiéramos escapar del silencio? ¿Por qué el miedo ante la ausencia del sonido? ¿Es el bullicio una forma de eludir lo que no se quiere enfrentar?
La verdad, no lo sé. Cada uno  puede encontrar sus propias respuestas. De pronto se detesta el silencio por su frecuente asociación con la enfermedad, la tristeza y la muerte. Se le invoca en los momentos de angustia y desconsuelo. En el hospital, a la hora de visitar  enfermos se encuentra la señal que  pide silencio. En el funeral se impone el silencio, a lo más, el susurro.

El ruido distrae y llama los sentidos  hacia la fuente del sonido y su emisión. Nos desvía de nosotros mismos, nos vierte hacia el exterior. Impide pensar.
El silencio es necesario. Invita a la reflexión,  a la meditación, a la introspección, al encuentro con el ser interior y su estado. Allí donde se es lo que se es, sin velos ni ocultamientos.

Entre el ruido y el silencio se encuentra universos de posibilidades para el crecimiento espiritual, la creatividad y el desarrollo personal. El tema no es nuevo. Ya en el siglo XVI, Fray Luis de León, luchando contra sus propias pasiones y en búsqueda del apartamiento de las tentaciones del mundo, en uno de sus más bellos poemas acuñó la expresión que aún hoy llega hasta nosotros a veces fuera de su contexto: ‘el mundanal ruido’. Aquí los versos sugerentes del  poema:

Vida retirada

¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Fray Luis de León

Ruido y silencio han sido temas para los poetas de todos los tiempos. Para la muestra este bello poema de Octavio Paz, en donde tal vez se encierran claves certeras para resolver esa tensión permanente, esa contradicción ineludible entre el ruido y el silencio. Escuchemos al poeta:

Silencio

 Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

Octavio Paz