Rodin

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Foto Karem Sánchez Noviembre 2015

domingo, 29 de mayo de 2016

Misión: Consolar y procurar el bienestar de las personas…

Para uno que  consuela, el Dr. Augusto Ramirez

Desde hace tres meses enfrento una  condición de salud que ha puesto a prueba todos mis recursos espirituales, físicos y emocionales. Una parálisis de Bell que afecta el lado derecho de mi cara. Su manifestación más visible es la deformidad que produce y que ha hecho que en ciertos espacios se me reconozca como la señora de la cara torcida. Después de la primera semana de su manifestación desapareció el dolor inicial. Solo quedó la rigidez y la asimetría facial que con los más variados tratamientos, convencionales y alternativos, además de mucha paciencia empieza a ceder. El remedio más certero para el alivio, me dicen todos, es el tiempo y la paciencia. Conversando sobre lo intempestivo de su aparición, uno de mis hijos me ha dicho que esta es mi ‘enfermedad de reflexión’. Después de casi doce semanas de sentir que navego en montañas rusas físicas y emocionales creo que él tiene toda la razón. Esta, como muchas otras enfermedades graves y no tan graves,  me ha brindado  la oportunidad de reflexionar sobre  aspectos que los afanes y trajines de la vida cotidiana normal no dejan percibir en toda su magnitud. A algunos de ellos quiero referirme en esta oportunidad.

En primer lugar,  al enorme amor, cariño, afecto, solidaridad, apoyo, paciencia y comprensión de familiares, amigos, colegas, estudiantes y conocidos. Todos con sus oraciones, voces de aliento y esperanza me han ayudado a sobrepasar los pozos profundos de la desesperación y el desaliento cuando éstos me han atacado en los momentos más difíciles. ¡Cuánto aprecio ahora como receptora agradecida el significado de cada uno de esos términos que expresan cualidades y virtudes! Las flores, tarjetas, mensajes alentadores, saludos enviados, los pensamientos… hacen parte de ese necesitado bálsamo curativo.

En segundo lugar,  lo mucho que significa en estos tiempos que corren el  poder tener acceso a una atención médica integral y oportuna. Algo que hoy, al leer las noticias en los medios de comunicación,  parece ser el privilegio de unos pocos y no de todos como debería ser al tratarse de uno de los más elementales derechos humanos: El derecho a la atención de la salud. No puedo menos que agradecer a todo el personal del Servicio Médico de la Universidad del Valle que de una manera  u otra me ha acompañado y me sigue acompañando en este proceso. Pero más allá de la oportunidad en la atención, en otorgar las autorizaciones para realizar los más variados y complejos exámenes diagnósticos y  terapias, así como para reclamar los medicamentos; lo que más  agradezco ha sido su trato humano, empático y de consuelo. Los doctores Olave, Restrepo, Paz, Díaz, Rojas,  también  la jefe Gloria, me han ofrecido sus palabras tranquilizadores cuando más las necesitaba. Me trataron como la persona y ser humano que soy y no como el número abstracto y anónimo de las historias clínicas que identifica a los pacientes en la mayoría de las  instituciones de salud de este sistema que a todas luces naufraga en la lógica del lucro y la ganancia empresarial, o de su bancarrota.

Finalmente, quiero referirme al título de esta entrada. Lo leí al azar, casi por suerte y en uno de los más tremendos momentos de angustia, en una de las paredes de Holística Medicina Integral donde el Dr. Augusto Ramírez atiende a sus pacientes con terapias alternativas como la acupuntura y la homeopatía.

En mi quehacer docente y profesional en una Facultad de Administración, son muchos los enunciados de Misión que leo como parte de la caracterización y  planeación estratégica de las más variadas organizaciones. Para escribir esta entrada revisé los enunciados de algunas entidades de salud. Las expresiones  más frecuentes son  ‘satisfacer las necesidades de salud’, ‘la competitividad, la labor en equipo, la excelencia, la humanización y dignificación de la persona’, ‘mejorar la calidad de vida’ ‘ofrecer calidad y seguridad en la atención’. Todas ellas son muy loables e importantes de llevar a la práctica. Pero solo en ésta sentí que la misión de la organización, más que un cuadro protocolario en la pared, se dirigía a mí como paciente, como ser sufriente, como ser humano: ‘Consolar y procurar el bienestar de las personas ofreciendo diferentes servicios de medicinas alternativas’.
Y en verdad, ¡Que tan importante es consolar! Como formal gramatical  que denota acción,  el verbo, en sus diferentes acepciones implica aliviar, ayudar, tranquilizar, mitigar, alentar, animar, confortar, calmar, desahogar,  serenar  la pena, el disgusto, la aflicción, la pesadumbre, el dolor, la congoja, el pesar,  la consternación o la desolación de una persona, en suma mejorar el estado anímico. En un sentido amplio y general, y no solo en lo relativo a la enfermedad física ¿Quién no requiere de consuelo, en estos días? De hecho, consolar y procurar el bienestar de los demás debería ser, en aras de nuestra condición de humanidad,   la misión de todos nosotros. Un permanente y elevado acto de altruismo y generosidad.
Puesto que consolar se relaciona con alegría y tristeza les dejo con este fragmento del querido Khalil Gibran, hoy que casi terminamos mayo.





 Los dos cazadores
[Cuento. Texto completo.]
Khalil Gibrán



Cierto día de mayo Alegría y Tristeza se encontraron a orillas de un lago. Se saludaron y se sentaron junto a las tranquilas aguas y conversaron.
Alegría habló sobre la belleza que reina sobre la tierra, del cotidiano encanto de la vida en el bosque y entre las colinas, y de las canciones escuchadas al amanecer y al anochecer.
Y Tristeza estuvo de acuerdo con todo lo que Alegría había dicho; pues Tristeza conocía la magia de la hora y la belleza de aquellas cosas. Y Tristeza habló con elocuencia cuando se refirió a los campos y a las colinas de mayo. Alegría y Tristeza conversaron un largo rato y estuvieron de acuerdo con todas las cosas que conocían.
En ese momento pasaban por la otra orilla dos cazadores. Miraron hacia la otra ribera y uno dijo:
-Me pregunto quiénes son esas dos personas.
Y el otro dijo:
-¿Has dicho dos? Yo veo sólo a una.
El primer cazador respondió:
-Pero si hay dos.
Y el segundo:
-Según veo hay una sola, y el reflejo del lago es sólo uno.
-No, hay dos -respondió el primer cazador-. Y el reflejo sobre las aguas tranquilas muestra a dos personas.
Pero el segundo repitió:
-Sólo veo a una.
Y el otro:
-Veo a dos personas, y muy claramente.
Y, aún hoy día, un cazador dice que la otra ve doble; mientras que el otro repite: "Mi amigo es algo ciego".

FIN