No lo sabía. Tal vez porque de donde vengo se encuentra muy al sur, no sabía que vivo en el ‘sur global’ o para mayor precisión en el Global South. Me pregunto si esta nueva ubicación geográfica la hayan identificado y definido quienes se encuentran en el Global North.
Cualquiera que sea el caso, este descubrimiento respecto a mi novedosa ubicación me ha hecho reflexionar, por una parte, en los puntos cardinales y en la urgencia que tenemos de ubicar las cosas y a nosotros mismos en el espacio para lo cual tenemos que recurrir a algún tipo de referencia. Bendita sea la brújula que nos indica siempre el Norte magnético.
Pero por otra parte, me plantea interrogantes respecto a los fundamentos sociales, políticos, económicos y culturales, con los cuales se definen los sistemas de referencia para identificar nuestras coordenadas ya no solo de ubicación geográfica sino humana y social. ¿Son éstos absolutos e inmutables?
Con estas ideas en mente me acordé del juego imaginario de mi niñez. Acostada sobre la alfombra que cubría el suelo de la sala miraba el techo y, de repente en el vértigo de la imaginación, ponía de cabeza la habitación. Por breves momentos el techo se convertía en el suelo y el suelo en el techo. Ese nuevo suelo se veía despejado y desierto, solo ocupado por dos protuberancias salientes, las lámparas solitarias en esa nueva inmensidad. El techo, por el contrario, aparecía abigarrado y lleno de objetos que cobraban nuevos formas y rompían la ley de la gravedad. De repente, por su propia voluntad la habitación recuperaba su forma habitual. Era el juego de ver el mundo cambiando los sistemas de referencia.
Después me di cuenta que Ricardo Arjona también jugaba a lo mismo y lo cantaba, llenando el juego inocente de mi infancia de enormes implicaciones políticas. Si el Norte fuera el Sur, ‘ser moreno y chaparrito sería el look más cotizado’.
También me di cuenta que el poeta no solo se inspiraba en los puntos cardinales sino que también los podía poner en cuestión. ‘El oriente, que sin duda no existe para el afghano, el persa o el tártaro’ nos dice Borges en su bello poema Lo Nuestro.
Volviendo al principio y tratando de entender a qué se refiere ese global south al que pertenezco (¿pertenecemos?) las enciclopedias y centros especializados indican que 157 países del mundo, de los aproximadamente 184 reconocidos, hacen parte de esta región! Además que ‘Por desgracia, la gente de estos países también lleva la peor parte de algunos de los mayores desafíos que enfrenta la comunidad internacional en el próximo milenio: la pobreza, la degradación ambiental, violaciones de los derechos humanos y civiles, los conflictos étnicos y regionales, desplazamientos masivos de refugiados, el hambre y enfermedad’.
Pobre y grande Global South! Rico y pequeño Global North! Para acabar de completar, los expertos también dicen que “El Norte”, es principalmente Occidente y el Primer mundo. Así pues, parece que aquí se encuentra la clave. El nivel de desarrollo económico principalmente determina entonces a qué región se pertenece. Entre más desarrollo económico, más al Norte un país se encuentra, no importa que el mapa lo ubique en el Sur geográfico.
¿A dónde conduce esta nueva forma de ubicación que flexibiliza lo geográfico y rigidiza una concepción de desarrollo centrado en lo económico? Por mi parte, encuentro evidencias cada vez más elocuentes que indican que cada país, cada región en el mundo lleva consigo su propio global north y global south, no importa cómo lo clasifiquen los expertos. El criterio económico es a todas luces insuficiente. ¿Qué de los valores? ¿Qué de la justicia? Qué de la equidad?
No lo sé, pero en esta confusión geográfica – política solo viene a mi mente la frase del Profeta persa: ‘La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos’. De seguro aquí se encuentra la clave de un Norte para todos.
Nota: Hoy 20 de Noviembre de 2010 se cumplen 21 años de la convención de los Derechos del Niño. http://www.unicef.org/spanish/crc/
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