Con toda admiración para A.S
Conocía a A… en el otoño de 2009. Vino a Holanda para realizar lo que no podía lograr en su país de origen. Obtener un título de posgrado en el campo de su interés. Por ser Bahá’i no tenía acceso a la educación universitaria en Irán. Sus estudios de pregrado los había realizado a distancia, por correspondencia e Internet, en una de las universidades de América del Norte que habían aceptado emprender esta labor educativa.
Para A…, como para muchos otros jóvenes deseosos de estudiar y se encuentran en sus mismas circunstancias, esta fue la única opción disponible de acceder a la educación superior. Bajo inimaginables condiciones restrictivas a las cuales se sumaron elevados costos en tiempo y esfuerzo A… tuvo que estudiar y trabajar en su programa académico. Le tomó más del doble del tiempo de lo que toma a cualquier estudiante en condiciones de relativa normalidad, en cualquier institución de educación superior del mundo, para obtener su primer título universitario.
Gracias al apoyo espiritual, moral, emocional y financiero de su comunidad y de su familia A… emprendió este nuevo paso en su proceso de formación universitaria movida por el deseo de incrementar sus habilidades y conocimientos los cuales pondría posteriormente al servicio de aquellos que como ella no tenían en su país la posibilidad de asistir a Instituciones de educación superior en razón de sus creencias religiosas.
El mismo día que llegó, una mañana de finales de septiembre, nos encontramos en la puerta principal del Instituto donde yo también hago mis estudios doctorales. No nos conocíamos pero sentimos de inmediato la corriente de afecto que surge del sentido de compartir creencias comunes. Su rostro reflejaba la ansiedad por lo desconocido.
Las dificultades para comunicarse en inglés, un idioma en el que no había hablado hasta ahora de manera fluida, no le impidieron sortear la infinidad de obstáculos para instalarse e iniciar en esa etapa de la vida que algunos llaman la edad mediana, una vida estudiantil en un sistema al que hasta ese momento no había tenido acceso. Cómodos y amplios salones de clase, profesores internacionales de las más altas calificaciones cada uno experto en su propio campo, compañeros de estudios con los cuales interactuar y elevadas exigencias académicas que iban más allá de lo hasta ahora había experimentado.
Durante dos años la vi enfrentar con tesón dificultades de variada naturaleza: académicas sociales, culturales y quien sabe qué otras más. La vi llorar, desfallecer y nuevamente levantarse para continuar su camino en busca de una Maestría. Sinceramente algunas veces pensé que desfallecería y no lo lograría. Completar todos los requisitos académicos le tomó seis meses más que a los estudiantes de su promoción. Su empeño decidido, una constancia a toda prueba y el apoyo de la comunidad Bahá’i que trasciende fronteras y barreras culturales, le permitieron lograr su anhelada meta. Un título de Maestría de una prestigiosa universidad europea.
Ayer nuevamente nos encontramos. Fue un encuentro de despedida. A… regresa a Irán para cumplir su deber moral y asumir un compromiso con plena conciencia: ser parte de un sistema que supla la necesidad y el derecho básico a la educación universitaria y contribuir a crear las condiciones para que otros jóvenes Bahá’is iraníes, privados de este derecho fundamental en virtud de sus creencias religiosas, tengan acceso a la educación superior.
El regreso de A… a su país, inspirado en estos nobles propósitos, reviste hoy especial significado. Se produce justamente pocos días después de que siete educadores Bahá’is, encarcelados en Irán desde Mayo de 2011, recibieran sentencias de prisión de entre cuatro y cinco años por desempeñar actividades relacionadas con la iniciativa comunitaria informal conocida como Instituto Bahá’i para la Educación Superior (BIHE, por sus sigla en inglés) en la cual profesores Bahá’is ofrecen sus servicios para enseñar a los miembros jóvenes de la comunidad privados del derecho de asistir a la Universidad (http://news.bahai.org/story/860) .
Hoy veo a A… con ojos distintos a los de hace dos años. Se ve radiante y fortalecida. Sabe que su futuro en Irán estará lleno de dificultades e incertidumbres. Pero está feliz porque sabe que puede cumplir su cometido. Compartir con sus jóvenes correligionarios una educación de excelente calidad. Algo a lo que todo el mundo debería tener derecho. Sabe que corre peligros pero su coraje la apresta para enfrentarlos.
No puedo más que expresar todo mi respeto, admiración y afecto para A….